Tom Schilling, uno de los grandes actores alemanes del momento, se dio a conocer en uno de los hitos de la cinematografía germana del siglo XXI, Oh Boy (2010), ópera prima de Jan-Ole Gerster. En una de las escenas más conmovedoras del film, Niko, el protagonista al que da vida Schilling, tras una visita a un antiguo edificio, se encuentra con una anciana desorientada. En un gesto casi reflejo, este joven que busca desesperadamente un café en la noche berlinesa abraza a la mujer, que responde con un cariño que traspasa la pantalla. La humanidad de Niko se traslada al último personaje caracterizado por este magnífico interprete, el director y profesor Justus Bökh, que rige un internado juvenil de una ciudad alpina. Sobre este contexto se expande The Flying Classroom (2023), una preciosa cinta juvenil en cuyo subtexto habitan valores como la empatía y el trabajo en equipo como bases para el crecimiento individual.

The Flying Classroom, que traslada la prosa best-seller de Erich Kästner, contiene el aroma a cine de otro de tiempo, alejado de efectismos y doble lecturas. La propuesta de Carolina Hellsgård, una cineasta con un amplio recorrido en el circuito de festivales, se mueve en territorio diáfano, apelando a la ingenuidad y al cariño, tanto en su puesta en escena como en su narración. El film nos sitúa en el proceso de adaptación de Martina, una niña berlinesa que ha conseguido una beca para cursar estudios en el citado centro en los Alpes. Su incorporación a ese nuevo universo no será sencillo pese al esfuerzo de los adultos. Sin embargo, una situación de emergencia invocará a un cambio en el que la convivencia y la aceptación serán fundamentales. Todo bajo la mirada de orgullo de un director indulgente y comprensivo, que subraya la importancia, más si cabe, de la docencia, en nuestros días.